Al leer las noticias o navegar las redes sociales, pudiera parecer que tendría que haber muy poco consenso con respecto a cualquier asunto. No obstante, sin importar si se trata de la consternación por el precio de un galón de leche en el supermercado o la charla del día referente a las decisiones de la Reserva Federal en cuanto a las tasas de interés, todos estamos de acuerdo con respecto a quién de verdad es el villano. Inflación.
En realidad, parece que la inflación debería ser un punto de concentración. Cuando la inflación es alta, todos pagamos más por alimentos, gasolina, servicios públicos, vivienda y muchos otros gastos básicos. ¿Entonces por qué la Reserva Federal estableció una tasa de inflación objetivo del 2 % en lugar del 0 % o incluso un objetivo negativo (que se conoce como deflación)? Porque las consecuencias podrían ser peores para la economía y los consumidores.
¿Qué es la inflación?
En una definición básica, la inflación es la tasa de incrementos generales en los precios durante cierto periodo de tiempo. Es determinada por el Índice de Precios al Consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) de la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics, BLS), que toma en cuenta los precios de una variedad de bienes y servicios, haciendo una ponderación más inclinada hacia los artículos en los que más gastamos. En cualquier momento dado, habrá precios dentro del CPI que disminuyan mientras otros aumentan. Pero la mayor parte del tiempo la mayoría de los precios están en aumento, lo que significa que hay inflación. La inflación modesta por lo general es una señal de una economía en crecimiento, mientras que la deflación, es decir, cuando la mayoría de los precios disminuyen con el tiempo, casi siempre se asocia con la contracción económica.
Por lo tanto, es importante promover un entorno en el que la economía crezca conforme a una tasa sana sin superar la capacidad de los consumidores para poder pagar los bienes y servicios que se producen. Para ayudar a encontrar dicho equilibrio, la herramienta principal de la Fed para influir en la inflación es manipular la tasa de fondos federales, es decir, la tasa de interés en la que los bancos se prestan sus reservas entre sí de forma inmediata. Puede aumentar las tasas para ralentizar la economía si la inflación es muy elevada o reducir las tasas para impulsar la inflación e incentivar el gasto durante una desaceleración económica.
“Es una idea equivocada común que cualquier tipo de inflación en automático es algo malo”, dijo Gus Faucher, economista principal de PNC. “Si bien la inflación rápida estresa a los consumidores y perjudica la economía, la inflación modesta normalmente es indicativa de una economía sana con métricas de empleo estables y crecimiento salarial”.
Objetivo del 2 %
Sin embargo, incluso si fuese posible aceptar que la inflación por sí sola no es necesariamente mala, elegir una tasa de inflación objetivo no ha sido un proceso con un consenso total. De hecho, la tasa de inflación objetivo aún es un concepto relativamente nuevo. La inflación es tan antigua como el dinero, pero la Fed no estableció una tasa de inflación objetivo del 2 % sino hasta el año 2012. Dicha cifra es el resultado de años de debate interno en la Fed y del estudio de las experiencias que otras economías desarrolladas han tenido con los objetivos de inflación.
La postura oficial dice que la inflación del 2 % es la tasa óptima en la que la Fed cumple sus mandatos de empleo máximo y estabilidad en los precios. En niveles mucho más elevados, la inflación ejercería un estrés excesivo en los consumidores y daría lugar a una menor confianza en la economía. Sin embargo, la deflación puede fijar una expectativa entre los consumidores en cuanto a disminuciones adicionales en los precios, lo que puede provocar que retrasen las compras y a su vez empeorar las desaceleraciones económicas. La Fed además argumenta que la inflación por debajo del objetivo puede obstaculizar su capacidad para combatir las recesiones mediante reducciones de las tasas de interés.
En algunos círculos, la tasa de inflación objetivo del 2 % podría ser debatible. Sin embargo, una cosa que queda clara es la siguiente: aunque a los consumidores les encantan los precios más bajos, la caída rápida de los precios es mala para la economía. Los descensos del CPI son sumamente raros, pues el índice solo ha disminuido 14 años en su historia de más de 100 años, y solo ha disminuido una vez desde 1955 (en 2009), y casi siempre indica una recesión. Y si bien la deflación da lugar a precios más bajos, con frecuencia viene acompañada de un menor poder de compra entre los consumidores, así como de un alto índice de desempleo.
Dos ejemplos en la historia económica de los Estados Unidos son la Gran Depresión de la década de 1930 y, en fechas más recientes, la Gran Recesión. De los 14 descensos del CPI, 7 se presentaron durante esas dos desaceleraciones económicas. Ambos periodos fueron marcados por reducciones en los precios y tasas máximas de desempleo de dos dígitos.
“Es comprensible que los consumidores desearan la implementación de medidas rápidas para controlar la inflación y poner los precios en un nivel de crecimiento aceptable”, dijo Faucher. “Pero es algo que se debe hacer mediante la planificación cautelosa de la política económica y monetaria a fin de evitar consecuencias negativas imprevistas”.